Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)
En tanto hecho social, el baile está siempre entre la ruptura
y la avenencia. "Elvis deformaba la imagen de padrazo de Eisenhower y
hacía que nuestros cuerpos se desternillaran -observó el activista Jerry Rubin
en 1970-. La energía salvaje del rock nos roció, hirviente, y su ritmo liberó
nuestras pasiones reprimidas. La revolución comenzó con el rock". Como
Goethe, en 1779, cuando escribió que "todo se desvanece" al volar con
una mujer en los brazos; hablaba del Vals, el baile que -según la leyenda-
liberó el cuerpo y guillotinó las danzas aristocráticas previas a la Revolución Francesa.
Estas danzas -minué a la cabeza- traspiraban protocolos y cánones jerárquicos;
si alguien de clase alta quería bailar, el primer paso era contratar a un
maestro de baile.
El baile aristocrático se había basado en la mirada, no en
el contacto: cada bailarín se exhibía ante su pareja, y la pareja se exhibía
ante los demás. Ahora, con el Vals, uno estaba en los brazos del otro, y cada
pareja rodeada por otras parejas. Se hablaba de fiesta comunal, juventud,
sensualidad, movimiento, giros, roces: un escándalo. Hoy nadie se alborota,
nadie -salvo en alguna anacrónica nota de color sobre el "boom del
tango"- hablaría de "liberar pasiones reprimidas". Presley pasó
de "Elvis The Pelvis" a atracción para jubilados en Las Vegas; el Vals
está presente en casamientos y cumpleaños de quince. No hay que asombrarse:
ahora el Twist personifica la ingenuidad de los 60, del cabaret se destaca su
lucha por la diversidad cultural, el Tango arrabalero es una atracción
turística y nenes pecosos hacen Pogo en publicidades de chicles globo. El orden
social contempla tanto la regla como su trasgresión, y al final la trasgresión
se convierte en nueva regla a la espera de nuevas transgresiones.
Es un paso de lo maravilloso a lo mundano: cuando las
fábulas de libertad -como Footloose o el relato de los kayapó- se traducen en
acabar vomitando en el cordón de la vereda. Cada tanto alguien acaba herido o
muerto a golpes, puñaladas o tiros en un local bailable; cada tanto algún
informe oficial indica que el consumo de alcohol y drogas aumenta entre los
jóvenes. Y cuando se es joven, "el baile" -como espacio de
interacción social- es un lugar propicio para pelearse y consumir drogas o
alcohol. Si bien el baile no es exclusivo ni de los jóvenes ni de la noche, sí
es éste su campo diferenciado: el espacio donde su función de parteaguas social
-un joven por acá, otro joven por allá- cobra mayor importancia.
MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES
Horacio Fehling
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