jueves, 27 de octubre de 2011

Por qué Bailamos?




En uno de los volúmenes de una Historia de la Humanidad que había publicado la UNESCO, encontré hace algunos años una referencia sugestiva. El autor del capítulo analizaba las posibles actividades artísticas de los hombres del paleolítico superior europeo y concluía con que sus únicos vestigios eran las pinturas rupestres y la danza. ¿Cómo había llegado a esta última conclusión?
Gracias al testimonio (cito) “directo, extrañamente conmovedor, de las huellas de pies danzantes en los pisos de arcilla de las cuevas.”
Podríamos preguntarnos, por simple ejercicio especulativo, qué finalidad tendrían esas danzas. ¿Preparaban para la guerra?
¿Conjuraban maleficios?
¿Iniciaban a los adolescentes?
¿Propiciaban la fertilidad?
Estos y muchos otros propósitos han impulsado a los hombrees a bailar a lo largo de los siglos; pero también los han movido las danzas carentes completamente de una finalidad. Si decidiéramos iniciar un recorrido por la historia social de Occidente –comenzándolo hacia fines de la Edad Media- podríamos apreciar las muchas y muy variadas maneras en las que la gente estableció un lugar y un tiempo para moverse conjuntamente al compás de una determinada música. La intención básica de estas acciones era, y es, el mero placer y podemos llamarlas –al menos hasta que aparezca un término mejor- “danzas sociales”, diferenciándolas de los bailes folclóricos que merecen otro tipo de análisis. Desde que la iglesia católica aceptó que hombres y mujeres bailaran juntos en terrenos no consagrados, la cultura occidental ha generado y descartado alternativamente innumerables formas, desde la elegante pavana del Alto Renacimiento hasta el amorfo dance de nuestros días, pasando por la Contradanza, el Minué, el Sempiterno Vals, la Mazurka, el Rock and Roll, el Twist, el Tango.
La lista es muy extensa y la propagación de estas formas no ha reconocido fronteras entre países y, sólo en ciertos casos, divisiones de clases y preferencias generacionales.
Algunos maliciosos afirman que en el baile social hay siempre una intención de conquista amorosa. Digamos que se trata de gente que no ha experimentado el simple y puro placer de bailar.

Fuente: revista ´Ñ´
por Laura Falcoff. Crítica de Danza y coreógrafa.
en la columna Me Parece, de Ñ. 26/05/07, pg 11
Más información: www.clarin.com




Horacio Fehling


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