jueves, 24 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 3ra parte



Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Numerosos historiadores del arte relatan un lindo cuento sobre el origen del baile: dicen que alguien, hace mucho, escuchó el ruido de la naturaleza -truenos, relámpagos, ríos, mares- y usó el único medio que tenía, su cuerpo, para expresar su sobrecogimiento, miedo, admiración. Luego el canto, la música, las palabras permitieron ordenar y sistematizar esos movimientos: así, el baile fue lenguaje antes de que existiera el lenguaje. Entretanto, los arqueólogos siguen trabajando. Pues por más atrás que se vaya -y por más que se divague-, el baile será siempre un hecho social. Una respuesta activa y organizada del cuerpo a un ritmo -musical o no- supone un principio de socialización: supone reglas, regularidades, significado. Aunque algunos investigadores sostienen que es anterior al hombre, que forma parte del reino animal, el baile es una construcción humana: lo social es ser capaces de determinar que ciertos movimientos en cierto contexto constituyen un cierto tipo de comportamiento llamado "baile". Denominar "baile" al modo de comunicación de las abejas puede ser sólo una figura de estilo; es como decir que las hojas de los árboles y las bolsas de nailon bailan con el viento.
Aquello que convierte un movimiento, y no otro, en baile es arbitrario. ¿O por qué sino los pasos de Michael Jackson son baile, pero no las sacudidas de Angus Young, guitarrista de AC/DC? ¿Por qué los saltos en la tribuna, durante un partido de fútbol, no se llaman baile (si hasta hay cantos y a veces música)? ¿Por qué las coreografías de Nadia Comaneci son gimnasia artística y las de Eleonora Cassano son ballet? ¿Por qué un mismo movimiento -una ronda, un trencito- en algunos contextos son juegos y en otros, bailes? No hay ninguna propiedad ontológica: baile es lo que una comunidad dice que es.
Entonces, si todo baile es social, el "baile social" -como sistema de relaciones sociales o proceso de interacción social- es por lo menos tautológico. La expresión es fuente inagotable de costumbrismo: la peña, la milonga, el carnaval en la sociedad de fomento. Aunque alguna vez refirió a las galas acomodadas, hoy supone una mirada melancólica del "baile popular": esos encuentros festivos donde el pueblo se define a sí mismo como tal. Lo cual es un embrollo: primero, porque "social" es tanto el meneo de la bailanta como cada paso de Martha Graham o Rudolf Nureyev sobre las tablas; segundo, porque "popular" y "pueblo" son conceptos problemáticos. Aparecen y ya causan líos. (A fines prácticos, con todo, baile social, o baile popular, es una categoría que sirve para identificar a quienes no exhiben su baile como espectáculo para otros, distingue al que baila del que sólo observa.)
 
MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES


Horacio Fehling


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jueves, 17 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 2da parte


Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


El baile final de Footloose vale toda la película. El pibe de Chicago (Kevin Bacon) grita "¡Bailemos!" y comienza la canción que da título al filme. El baile en sí es un pastiche: algunas parejas se toman de la mano, otras danzan sueltas, los demás saltan despatarrados; Lori Singer ¿la chica de la que uno no puede no enamorarse a los 17¿ grita de alegría cuando alguno se le anima a la pista; se forma un medio círculo y en el centro hay coreografías varias. Pero lo mejor son sus caras de sorpresa, que el paso del tiempo vuelve tan nítidas y toscas: descubrir que son capaces de bailar significa descubrir una nueva manera de andar. Tal vez, una nueva manera de vivir.
La otra versión de esta historia sucedió en 1962, cuando el antropólogo Terence Turner y su esposa llegaron a una aldea kayapó de Gorotire, Brasil. Tradicionalmente los kayapó armaban las aldeas en círculo, relacionando arquitectura con cosmología, pero el Servicio de Protección al Indio los había obligado a levantarlas a la manera occidental: una calle recta entre dos hileras de casas. El día en que Turner arribó, los kayapó hacían una ceremonia pública, cientos de personas cantando y bailando en la calle. "Nos dimos cuenta -escribió Turner- de que pese al plan de calle rectangular civilizada, los kayapó se las habían arreglado para dibujar un paso de danza circular". A través del baile los kayapó no sólo habían sido capaces de conservar una tradición, de esconderla del poder colonial, sino de crear una nueva. El baile les había permitido recordar lo que de otro modo estaría destinado a perderse.
Footloose y el relato de Turner le dan forma a una misma idea: que el baile es algo más que mover los pies. El cantante country Butch Hancock, de The Flatlanders, dijo sobre la presentación de Elvis Presley en El show de Ed Sullivan en 1956: "Ese era el baile que todo el mundo había olvidado. Ese baile tan intenso que se tardaría una civilización entera en olvidar. Y diez minutos en recordar". Estaba hablando -podría pensar uno- de la primera vez en que se bailoteó un Vals en la corte de Berlín, en 1774, y la reina le prohibió a sus hijas que miraran semejante escándalo; o de las danzas sin sentido del Cabaret Voltaire, en 1916, cuando los dadaístas se emborrachaban y bailaban sobre las mesas en nombre del arte mientras los soldados morían en las trincheras en nombre de países que ya ni existen. Hancock estaba hablando de ese momento en que un baile es capaz de atraer sobre sí todo el peso de las estructuras sociales y luego hundirlas, cambiarlas, ignorarlas: crear nuevas formas de libertad y de opresión.



MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES




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jueves, 10 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando - 1era parte




Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Arcaicos pasos rituales, multitudes que se apiñan en discotecas y bailantas, la peña del club, millonarias competencias danzantes por TV. Tienen una cosa en común: pies que se mueven rítmicamente. La sociología dirá que, como hecho social, el baile está siempre al borde de la ruptura o la sobreadaptación. Pero ¿hay otras razones para que el mundo baile?

Con dos versiones de una misma historia. La primera está en Footloose, la película de 1984 de Herbert Ross. Un pibe de Chicago llega a un pueblucho donde el Rock'n'Roll y el baile están prohibidos: una especie de ley muda. Los chicos tienen que ingeniárselas para organizar la fiesta de fin de curso a escondidas del reverendo local, que argumenta: "Más allá del alcohol y las drogas que siempre parecen acompañar a estos eventos, lo que me preocupa todavía más es la corrupción espiritual que suponen. Estos bailes y este tipo de música pueden ser destructivos".
Parecía hacerse eco de un tal Salomón Jakos Wolf, que en la Alemania de 1797, en plena explosión del Vals, explicó que "es la fuente principal de debilidad del cuerpo y la mente de nuestra generación"; o de Marcus Lipton, miembro del Parlamento inglés, en 1977, con el Punk avanzando sobre Londres: "Si la música Pop va a ser usada para destruir nuestras instituciones, entonces deberemos destruirla primero". O del Cardenal Samuel Stritch, arzobispo de Chicago, en 1957: "La juventud católica no debe tolerar el tribalismo o los bailes indecentes del Rock'n'Roll". O del Sínodo diocesano de Oviedo, de 1769: "Se prohíbe con pena de excomunión mayor latae sentenciae las Danzas, Contradanzas, o bailes de hombres y mujeres asidos de las manos, enlazados y unidos entre sí (...) recomendándose a los párrocos, confesores y predicadores que instruyan a los fieles, de cuanto conduzca a separar de estas diversiones lo que en la práctica pueda ser pecaminoso". O de la Liga de Damas Chilenas, que en 1914 aplaudía que la jerarquía eclesiástica "se niegue a absolver a los penitentes que bailan el famoso Tango argentino por considerarlo absolutamente inmoral. La orden ha sido muy bien acogida por numerosos católicos y distinguidas damas, los que se proponen contrarrestar el baile por medio de Juntas y Patronatos".



Horacio Fehling


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jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Por qué No Bailamos?


Una forma de hacer gimnasia y estar saludable.

El baile, más allá de ser un entretenimiento, puede ser una forma de obtener beneficios a la salud, sobre todo a nivel mental, de la misma manera que cualquier práctica deportiva. Es una de las maneras más armoniosas de prevenir y contrarrestar enfermedades. Es una opción más para ejercitar el cuerpo y la mente: se combinan diversión, baile y entrenamiento físico.
“El baile integra en sí mismo una gimnasia de mantenimiento encubierta, ya que al realizar la acción se necesita que el metabolismo aeróbico y anaeróbico participe, dependiendo de la disciplina o danza y de la estimulación del aparato cardiovascular-respiratorio, muscular y articular. Muchas danzas integran hoy las clases de gimnasias en grupos de los clubes o gimnasios, como las modalidades genéricas de Latino y Salsa o la última tendencia mundial en programas precoreográficos: BODYJAM®”, explica Gabriela Retamar, Directora Técnica de Body Systems LatinAmerica.
Este programa de entrenamiento físico combina ejercicio a través de diferentes ritmos de baile que poseen numerosos ejercicios aeróbicos, ayudan a liberar tensiones, levantar el ánimo y quemar calorías: Techno, Hip Hop, Disco y Funk, buenos para la circulación y el trabajo cardiorrespiratorio.
En cada clase de BODYJAM® se puede bailar y entrenar al compás de distintos estilos musicales que se organizan de manera diferente para desempeñar dos grandes bloques de coreografías que van sumándose a través de pequeñas secuencias de actividad aeróbica, que permiten equilibrar al organismo.
Bailar genera espacios de expresión y desinhibición. Por ello, “gran parte de los logros que los alumnos alcancen en ese sentido dependerá de la habilidad, el carisma y contención del instructor a cargo del grupo, que lo hace un pilar esencial”, remarca la especialista, quien resume: “muchas personas encuentran en la danza y sus diferentes ritmos y modalidades, su espacio para hacer gimnasia de manera más divertida y expresiva, como sucede en las clases de BODYJAM®. Allí se permite pensar en asociar al baile como entrenamiento y calidad de vida”.

 

Beneficios del Baile

·         Mayor movilidad muscular y articular.
·         Incrementa la elasticidad de tendones y músculos.
·         Mejora la fuerza muscular y otorga mayor capacidad de movimiento.
·         Ayuda a quemar calorías (alrededor de 400 por clase) manteniendo al cuerpo en un peso. adecuado a la vez que disminuye el colesterol y aumenta la capacidad cardiorrespiratoria.
·         Funciona como una herramienta contra los problemas óseos y artríticos.
·         Disminuye la fatiga muscular y aumenta la fuerza.
·         Colabora con el trabajo de coordinación y flexibilidad.

Fuente:






Horacio Fehling


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