lunes, 5 de diciembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 4ta parte



Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)

En tanto hecho social, el baile está siempre entre la ruptura y la avenencia. "Elvis deformaba la imagen de padrazo de Eisenhower y hacía que nuestros cuerpos se desternillaran -observó el activista Jerry Rubin en 1970-. La energía salvaje del rock nos roció, hirviente, y su ritmo liberó nuestras pasiones reprimidas. La revolución comenzó con el rock". Como Goethe, en 1779, cuando escribió que "todo se desvanece" al volar con una mujer en los brazos; hablaba del Vals, el baile que -según la leyenda- liberó el cuerpo y guillotinó las danzas aristocráticas previas a la Revolución Francesa. Estas danzas -minué a la cabeza- traspiraban protocolos y cánones jerárquicos; si alguien de clase alta quería bailar, el primer paso era contratar a un maestro de baile.
El baile aristocrático se había basado en la mirada, no en el contacto: cada bailarín se exhibía ante su pareja, y la pareja se exhibía ante los demás. Ahora, con el Vals, uno estaba en los brazos del otro, y cada pareja rodeada por otras parejas. Se hablaba de fiesta comunal, juventud, sensualidad, movimiento, giros, roces: un escándalo. Hoy nadie se alborota, nadie -salvo en alguna anacrónica nota de color sobre el "boom del tango"- hablaría de "liberar pasiones reprimidas". Presley pasó de "Elvis The Pelvis" a atracción para jubilados en Las Vegas; el Vals está presente en casamientos y cumpleaños de quince. No hay que asombrarse: ahora el Twist personifica la ingenuidad de los 60, del cabaret se destaca su lucha por la diversidad cultural, el Tango arrabalero es una atracción turística y nenes pecosos hacen Pogo en publicidades de chicles globo. El orden social contempla tanto la regla como su trasgresión, y al final la trasgresión se convierte en nueva regla a la espera de nuevas transgresiones.
Es un paso de lo maravilloso a lo mundano: cuando las fábulas de libertad -como Footloose o el relato de los kayapó- se traducen en acabar vomitando en el cordón de la vereda. Cada tanto alguien acaba herido o muerto a golpes, puñaladas o tiros en un local bailable; cada tanto algún informe oficial indica que el consumo de alcohol y drogas aumenta entre los jóvenes. Y cuando se es joven, "el baile" -como espacio de interacción social- es un lugar propicio para pelearse y consumir drogas o alcohol. Si bien el baile no es exclusivo ni de los jóvenes ni de la noche, sí es éste su campo diferenciado: el espacio donde su función de parteaguas social -un joven por acá, otro joven por allá- cobra mayor importancia.

MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES

 

Horacio Fehling


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