miércoles, 21 de diciembre de 2011

Bachata – 2da parte


Luís Segura, se podría llamar el padre de esta segunda etapa. Su éxito "Pena por Ti" a principios de los 80, abrió otra página en la historia de este ritmo. Esa canción aumentó la popularidad de un ritmo que no tenía la acogida necesaria para convertirse en una expresión con méritos propios. A partir de este éxito, se le despojó a esta expresión musical el aura de vergüenza que generaba en clases no populares. A este auge había contribuido Leonardo Paniagua, con sus recreaciones de canciones populares en su momento (años 70), tales como Chiquitita (del Grupo ABBA), Amada Amante (popular en la voz de Danny Rivera, pero original de Roberto Carlos), entre otras.
Una tercera Etapa parece estar constituida por el surgimiento de formas digitalizadas para grabar la bachata, la introducción de otros aires e instrumentos, y un nuevo sentido de la lírica, cuyas letras no acentuaban, como en las etapas anteriores, el doble sentido erótico-sexual, la insinuación de un imaginario basado en lo concreto, sino en una procura de versos más poéticamente elaborados, con imágenes literarias más refinadas, aunque sin dejar de apelar al sentido que le había dado origen: las expresiones de amor-desamor; la nostalgia y la propuesta de estilos de vida donde la mujer es fuente originaria del amor y del deseo.
En esta etapa, la Bachata se internacionaliza, y cobra un auge inaudito. Desaparece por completo la empresa La Guarachita y su emisora. Aparece la figura del empresario y el promotor artístico internacional, y los artistas de la Bachata se convierten en los ídolos de multitudes. Voces como Teodoro Reyes, Joe Veras, Luís Vargas, Antony Santos, Frank Reyes, Yóskar Sarante, Raulín Rodríguez, Zacarías Ferreiras, entre otros, forman la legión de las nuevas estrellas del género. Aparecen los dúos (Monchy y Alexandra), y los grupos (Grupo Aventura), que son parte de la nueva generación de artistas, algunos de ellos incluso, no-nacidos en República Dominicana.
La Bachata, reproduce el mismo espíritu melancólico, nostálgico y de animosidad amorosa de otras expresiones musicales latinoamericanas como el llamado Tango-Canción de los barrios porteños de Buenos Aires, donde se combina la animosidad pasional (amor-desamor) con la nostalgia del emigrante. Al igual, en la Bachata conocemos de esta nostalgia en la expresión musical debido al hecho de que esto coincidió con el período de mayor auge de la cultura sub-urbana proveniente de la migración rural-urbana a partir de 1961. En ese período se le conoció como "música de amargue" por ese sentido nostálgico que evocaba.
En las primeras etapas, buena parte de los artistas musicales nacionales rechazaban la Bachata como género o estilo musical, pero en la actualidad, artistas de renombre han incursionado en dicho género grabando Bachatas e interpretándolas en concierto.



Horacio Fehling


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jueves, 15 de diciembre de 2011

Bachata - 1era parte


La bachata es un ritmo bailable originario de la República Dominicana. Se considera un híbrido del bolero (sobre todo, el bolero rítmico) con otras influencias musicales como son el Pasillo, el Huapango, y el Son Cubano, entre otros.
Género musical de poca trascendencia pero de muy fuerte arraigo en la clase baja y zonas rurales y era conocida como "música de amargue". Fue tradicionalmente despreciado por los músicos profesionales como carente de calidad y valor artístico. Apenas era escuchada en las estaciones de radio (con excepción de unas pocas).
Tonadas simples y repetitivas, así como letras sencillas y temática machista y de despecho son sus características principales.
Pero el interés surgió a partir de los años 80, con la expansión de los medios masivos de comunicación, con el auge del turismo, y con el esfuerzo de algunos compositores que vieron que había surgido un género diferenciado de expresión de lo popular.
Pero sin dejar de reconocer su arraigo y tomándola como punto de partida, músicos de la talla de Víctor Víctor y Juan Luís Guerra en los años 90, y Luís Díaz en los 80, -conocidos en otros géneros y que incursionan en la bachata, los cuales podríamos denominar de bachateros de moda, en contraste con los verdaderos bachateros, o músicos populares en este género, como Anthony Santos y Teodoro Reyes- la rescatan, embelleciendo sus letras y adornando su música con una mejor instrumentación y arreglos más actualizados, aportando una visión diferente que articulaba esta expresión musical con lo urbano marginal.
La expansión del turismo en República Dominicana a partir de los 80, le hizo ganar popularidad, y la convirtió en un género que ha penetrado todos los estratos y espacios del país e internacionalmente.
Puede pensarse que en esa primera etapa, la Bachata era una música marginal. Sólo escuchada en los llamados Cabarets o Prostíbulos. Sin embargo, constituía parte de una maquinaria cultural que estaba apoyada por una casa disquera local que poseía también una emisora de carácter nacional: La Guarachita. Esta empresa fomentó y difundió esta música para consumo de esos grupos sociales marginales, emigrantes del campo a la ciudad y que con la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, desató la población sub-urbana en las ciudades dominicanas.
Una segunda etapa parece estar referida a la aparición de una segunda generación de cantantes que estaban promovida por esta productora. Fue así como surgieron voces como las de Luís Segura, Mélida Rodríguez ("La Sufrida"), y Leonardo Paniagua, los cuales constituyen parte de una expresión que tuvo auge en los años 70 y 80, cuando declinan a favor de las expresiones más refinadas de la bachata, utilizando instrumentación electrónica, fusiones con otras expresiones modernas de la música (como las experimentaciones de Luís Días con otros ritmos caribeños y dominicanos).



Horacio Fehling


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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Razones para seguir Bailando – última parte




Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Aunque se presente como espacio de libertad y encuentro, el baile supone pautas precisas en cuanto a vestimenta, edad, sexo, condición social, al punto de que ser rebotado de la discoteca se asuma como cotidiano. El baile es tanto rito de iniciación como proceso de ratificación social: informa sobre la pertenencia a cierto grupo económico, político, sexual, cultural. Acceso, permanencia e interacción suponen reglas rígidas que los participantes aceptan sin mayores reparos. El "baile social" es un espacio donde chocan moda, sexo, costumbres, moral, identidad; donde los límites de lo permitido se expanden o se alteran, pero también, a veces, donde se estructuran con mayor nitidez.
Asistir a una función de ballet da cierto tipo de legitimidad; decir "yo canto-bailo-actúo" en los programas de chimentos de la tarde, también. Bailar puede ser una forma de divertimento, un arte, un modo de ganarse la vida, algo que impugnar. Mientras que millares de jóvenes consideran un estigma que los ignore un tarjetero -jóvenes que reparten tarjetas de invitación para discotecas, seleccionando a los invitados según su ropa, apariencia, edad, acompañantes-, muchos otros hacen del rechazo al baile una identidad: "Yo voy a recitales, no a bailar". El baile es una práctica capaz de establecer qué lugar ocupa una persona en la sociedad, y más aún, qué lugar jamás ocupará.
Es difícil que el baile social -en tanto categoría- salga de conventillos, clubes de barrio, galpones. "¿Disfrutás de los bailes populares?", le preguntaron el año pasado a la bailarina Alessandra Ferri; el periodista estaba diciendo que eso que Ferri hace no es un baile popular. "Sí, me gusta mucho -respondió Ferri-, estoy muy fascinada con el tango". Ferri estaba diciendo que el Tango sí es un baile popular. "Baile social" es una forma de llamar al "baile popular": los "bailongos" de mediados del siglo XX parecen hoy la mar de pintorescos, ya no se dice que allí iban los cabecitas negras que llegaban del interior. Lo que hoy es exótico alguna vez fue repulsivo. La bailanta es "cosa de negros villeros"; el bailongo, antaño estigmatizado, es parte del folclore industrial urbano.
El pueblo no existe -escribió el sociólogo Pablo Alabarces-. Popular es sólo un adjetivo. Hablar de lo popular –agregaba- es usar siempre una lengua docta. "No se puede hablar de lo popular desde una lengua popular, porque lo popular no tiene capacidad de autonominación". El texto sobre lo popular está excluido de lo que nombra. En este contexto, un "baile popular" -la bailanta, por ejemplo- no es (no puede ser, por definición) más que una curiosidad etnográfica. Bailar -ya se dijo- no es simplemente mover los pies. Quizás la vida cotidiana quede en suspenso al animársele a la pista de baile. Pero a no confundirse: el que gira la manivela es siempre alguien más.


MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES




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lunes, 5 de diciembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 4ta parte



Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)

En tanto hecho social, el baile está siempre entre la ruptura y la avenencia. "Elvis deformaba la imagen de padrazo de Eisenhower y hacía que nuestros cuerpos se desternillaran -observó el activista Jerry Rubin en 1970-. La energía salvaje del rock nos roció, hirviente, y su ritmo liberó nuestras pasiones reprimidas. La revolución comenzó con el rock". Como Goethe, en 1779, cuando escribió que "todo se desvanece" al volar con una mujer en los brazos; hablaba del Vals, el baile que -según la leyenda- liberó el cuerpo y guillotinó las danzas aristocráticas previas a la Revolución Francesa. Estas danzas -minué a la cabeza- traspiraban protocolos y cánones jerárquicos; si alguien de clase alta quería bailar, el primer paso era contratar a un maestro de baile.
El baile aristocrático se había basado en la mirada, no en el contacto: cada bailarín se exhibía ante su pareja, y la pareja se exhibía ante los demás. Ahora, con el Vals, uno estaba en los brazos del otro, y cada pareja rodeada por otras parejas. Se hablaba de fiesta comunal, juventud, sensualidad, movimiento, giros, roces: un escándalo. Hoy nadie se alborota, nadie -salvo en alguna anacrónica nota de color sobre el "boom del tango"- hablaría de "liberar pasiones reprimidas". Presley pasó de "Elvis The Pelvis" a atracción para jubilados en Las Vegas; el Vals está presente en casamientos y cumpleaños de quince. No hay que asombrarse: ahora el Twist personifica la ingenuidad de los 60, del cabaret se destaca su lucha por la diversidad cultural, el Tango arrabalero es una atracción turística y nenes pecosos hacen Pogo en publicidades de chicles globo. El orden social contempla tanto la regla como su trasgresión, y al final la trasgresión se convierte en nueva regla a la espera de nuevas transgresiones.
Es un paso de lo maravilloso a lo mundano: cuando las fábulas de libertad -como Footloose o el relato de los kayapó- se traducen en acabar vomitando en el cordón de la vereda. Cada tanto alguien acaba herido o muerto a golpes, puñaladas o tiros en un local bailable; cada tanto algún informe oficial indica que el consumo de alcohol y drogas aumenta entre los jóvenes. Y cuando se es joven, "el baile" -como espacio de interacción social- es un lugar propicio para pelearse y consumir drogas o alcohol. Si bien el baile no es exclusivo ni de los jóvenes ni de la noche, sí es éste su campo diferenciado: el espacio donde su función de parteaguas social -un joven por acá, otro joven por allá- cobra mayor importancia.

MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES

 

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jueves, 24 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 3ra parte



Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Numerosos historiadores del arte relatan un lindo cuento sobre el origen del baile: dicen que alguien, hace mucho, escuchó el ruido de la naturaleza -truenos, relámpagos, ríos, mares- y usó el único medio que tenía, su cuerpo, para expresar su sobrecogimiento, miedo, admiración. Luego el canto, la música, las palabras permitieron ordenar y sistematizar esos movimientos: así, el baile fue lenguaje antes de que existiera el lenguaje. Entretanto, los arqueólogos siguen trabajando. Pues por más atrás que se vaya -y por más que se divague-, el baile será siempre un hecho social. Una respuesta activa y organizada del cuerpo a un ritmo -musical o no- supone un principio de socialización: supone reglas, regularidades, significado. Aunque algunos investigadores sostienen que es anterior al hombre, que forma parte del reino animal, el baile es una construcción humana: lo social es ser capaces de determinar que ciertos movimientos en cierto contexto constituyen un cierto tipo de comportamiento llamado "baile". Denominar "baile" al modo de comunicación de las abejas puede ser sólo una figura de estilo; es como decir que las hojas de los árboles y las bolsas de nailon bailan con el viento.
Aquello que convierte un movimiento, y no otro, en baile es arbitrario. ¿O por qué sino los pasos de Michael Jackson son baile, pero no las sacudidas de Angus Young, guitarrista de AC/DC? ¿Por qué los saltos en la tribuna, durante un partido de fútbol, no se llaman baile (si hasta hay cantos y a veces música)? ¿Por qué las coreografías de Nadia Comaneci son gimnasia artística y las de Eleonora Cassano son ballet? ¿Por qué un mismo movimiento -una ronda, un trencito- en algunos contextos son juegos y en otros, bailes? No hay ninguna propiedad ontológica: baile es lo que una comunidad dice que es.
Entonces, si todo baile es social, el "baile social" -como sistema de relaciones sociales o proceso de interacción social- es por lo menos tautológico. La expresión es fuente inagotable de costumbrismo: la peña, la milonga, el carnaval en la sociedad de fomento. Aunque alguna vez refirió a las galas acomodadas, hoy supone una mirada melancólica del "baile popular": esos encuentros festivos donde el pueblo se define a sí mismo como tal. Lo cual es un embrollo: primero, porque "social" es tanto el meneo de la bailanta como cada paso de Martha Graham o Rudolf Nureyev sobre las tablas; segundo, porque "popular" y "pueblo" son conceptos problemáticos. Aparecen y ya causan líos. (A fines prácticos, con todo, baile social, o baile popular, es una categoría que sirve para identificar a quienes no exhiben su baile como espectáculo para otros, distingue al que baila del que sólo observa.)
 
MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES


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jueves, 17 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando – 2da parte


Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


El baile final de Footloose vale toda la película. El pibe de Chicago (Kevin Bacon) grita "¡Bailemos!" y comienza la canción que da título al filme. El baile en sí es un pastiche: algunas parejas se toman de la mano, otras danzan sueltas, los demás saltan despatarrados; Lori Singer ¿la chica de la que uno no puede no enamorarse a los 17¿ grita de alegría cuando alguno se le anima a la pista; se forma un medio círculo y en el centro hay coreografías varias. Pero lo mejor son sus caras de sorpresa, que el paso del tiempo vuelve tan nítidas y toscas: descubrir que son capaces de bailar significa descubrir una nueva manera de andar. Tal vez, una nueva manera de vivir.
La otra versión de esta historia sucedió en 1962, cuando el antropólogo Terence Turner y su esposa llegaron a una aldea kayapó de Gorotire, Brasil. Tradicionalmente los kayapó armaban las aldeas en círculo, relacionando arquitectura con cosmología, pero el Servicio de Protección al Indio los había obligado a levantarlas a la manera occidental: una calle recta entre dos hileras de casas. El día en que Turner arribó, los kayapó hacían una ceremonia pública, cientos de personas cantando y bailando en la calle. "Nos dimos cuenta -escribió Turner- de que pese al plan de calle rectangular civilizada, los kayapó se las habían arreglado para dibujar un paso de danza circular". A través del baile los kayapó no sólo habían sido capaces de conservar una tradición, de esconderla del poder colonial, sino de crear una nueva. El baile les había permitido recordar lo que de otro modo estaría destinado a perderse.
Footloose y el relato de Turner le dan forma a una misma idea: que el baile es algo más que mover los pies. El cantante country Butch Hancock, de The Flatlanders, dijo sobre la presentación de Elvis Presley en El show de Ed Sullivan en 1956: "Ese era el baile que todo el mundo había olvidado. Ese baile tan intenso que se tardaría una civilización entera en olvidar. Y diez minutos en recordar". Estaba hablando -podría pensar uno- de la primera vez en que se bailoteó un Vals en la corte de Berlín, en 1774, y la reina le prohibió a sus hijas que miraran semejante escándalo; o de las danzas sin sentido del Cabaret Voltaire, en 1916, cuando los dadaístas se emborrachaban y bailaban sobre las mesas en nombre del arte mientras los soldados morían en las trincheras en nombre de países que ya ni existen. Hancock estaba hablando de ese momento en que un baile es capaz de atraer sobre sí todo el peso de las estructuras sociales y luego hundirlas, cambiarlas, ignorarlas: crear nuevas formas de libertad y de opresión.



MARCELO PISARRO.
ESTUDIOS CULTURALES




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jueves, 10 de noviembre de 2011

Razones para seguir Bailando - 1era parte




Por:
Marcelo Pisarro (Estudios Culturales)


Arcaicos pasos rituales, multitudes que se apiñan en discotecas y bailantas, la peña del club, millonarias competencias danzantes por TV. Tienen una cosa en común: pies que se mueven rítmicamente. La sociología dirá que, como hecho social, el baile está siempre al borde de la ruptura o la sobreadaptación. Pero ¿hay otras razones para que el mundo baile?

Con dos versiones de una misma historia. La primera está en Footloose, la película de 1984 de Herbert Ross. Un pibe de Chicago llega a un pueblucho donde el Rock'n'Roll y el baile están prohibidos: una especie de ley muda. Los chicos tienen que ingeniárselas para organizar la fiesta de fin de curso a escondidas del reverendo local, que argumenta: "Más allá del alcohol y las drogas que siempre parecen acompañar a estos eventos, lo que me preocupa todavía más es la corrupción espiritual que suponen. Estos bailes y este tipo de música pueden ser destructivos".
Parecía hacerse eco de un tal Salomón Jakos Wolf, que en la Alemania de 1797, en plena explosión del Vals, explicó que "es la fuente principal de debilidad del cuerpo y la mente de nuestra generación"; o de Marcus Lipton, miembro del Parlamento inglés, en 1977, con el Punk avanzando sobre Londres: "Si la música Pop va a ser usada para destruir nuestras instituciones, entonces deberemos destruirla primero". O del Cardenal Samuel Stritch, arzobispo de Chicago, en 1957: "La juventud católica no debe tolerar el tribalismo o los bailes indecentes del Rock'n'Roll". O del Sínodo diocesano de Oviedo, de 1769: "Se prohíbe con pena de excomunión mayor latae sentenciae las Danzas, Contradanzas, o bailes de hombres y mujeres asidos de las manos, enlazados y unidos entre sí (...) recomendándose a los párrocos, confesores y predicadores que instruyan a los fieles, de cuanto conduzca a separar de estas diversiones lo que en la práctica pueda ser pecaminoso". O de la Liga de Damas Chilenas, que en 1914 aplaudía que la jerarquía eclesiástica "se niegue a absolver a los penitentes que bailan el famoso Tango argentino por considerarlo absolutamente inmoral. La orden ha sido muy bien acogida por numerosos católicos y distinguidas damas, los que se proponen contrarrestar el baile por medio de Juntas y Patronatos".



Horacio Fehling


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jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Por qué No Bailamos?


Una forma de hacer gimnasia y estar saludable.

El baile, más allá de ser un entretenimiento, puede ser una forma de obtener beneficios a la salud, sobre todo a nivel mental, de la misma manera que cualquier práctica deportiva. Es una de las maneras más armoniosas de prevenir y contrarrestar enfermedades. Es una opción más para ejercitar el cuerpo y la mente: se combinan diversión, baile y entrenamiento físico.
“El baile integra en sí mismo una gimnasia de mantenimiento encubierta, ya que al realizar la acción se necesita que el metabolismo aeróbico y anaeróbico participe, dependiendo de la disciplina o danza y de la estimulación del aparato cardiovascular-respiratorio, muscular y articular. Muchas danzas integran hoy las clases de gimnasias en grupos de los clubes o gimnasios, como las modalidades genéricas de Latino y Salsa o la última tendencia mundial en programas precoreográficos: BODYJAM®”, explica Gabriela Retamar, Directora Técnica de Body Systems LatinAmerica.
Este programa de entrenamiento físico combina ejercicio a través de diferentes ritmos de baile que poseen numerosos ejercicios aeróbicos, ayudan a liberar tensiones, levantar el ánimo y quemar calorías: Techno, Hip Hop, Disco y Funk, buenos para la circulación y el trabajo cardiorrespiratorio.
En cada clase de BODYJAM® se puede bailar y entrenar al compás de distintos estilos musicales que se organizan de manera diferente para desempeñar dos grandes bloques de coreografías que van sumándose a través de pequeñas secuencias de actividad aeróbica, que permiten equilibrar al organismo.
Bailar genera espacios de expresión y desinhibición. Por ello, “gran parte de los logros que los alumnos alcancen en ese sentido dependerá de la habilidad, el carisma y contención del instructor a cargo del grupo, que lo hace un pilar esencial”, remarca la especialista, quien resume: “muchas personas encuentran en la danza y sus diferentes ritmos y modalidades, su espacio para hacer gimnasia de manera más divertida y expresiva, como sucede en las clases de BODYJAM®. Allí se permite pensar en asociar al baile como entrenamiento y calidad de vida”.

 

Beneficios del Baile

·         Mayor movilidad muscular y articular.
·         Incrementa la elasticidad de tendones y músculos.
·         Mejora la fuerza muscular y otorga mayor capacidad de movimiento.
·         Ayuda a quemar calorías (alrededor de 400 por clase) manteniendo al cuerpo en un peso. adecuado a la vez que disminuye el colesterol y aumenta la capacidad cardiorrespiratoria.
·         Funciona como una herramienta contra los problemas óseos y artríticos.
·         Disminuye la fatiga muscular y aumenta la fuerza.
·         Colabora con el trabajo de coordinación y flexibilidad.

Fuente:






Horacio Fehling


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jueves, 27 de octubre de 2011

Por qué Bailamos?




En uno de los volúmenes de una Historia de la Humanidad que había publicado la UNESCO, encontré hace algunos años una referencia sugestiva. El autor del capítulo analizaba las posibles actividades artísticas de los hombres del paleolítico superior europeo y concluía con que sus únicos vestigios eran las pinturas rupestres y la danza. ¿Cómo había llegado a esta última conclusión?
Gracias al testimonio (cito) “directo, extrañamente conmovedor, de las huellas de pies danzantes en los pisos de arcilla de las cuevas.”
Podríamos preguntarnos, por simple ejercicio especulativo, qué finalidad tendrían esas danzas. ¿Preparaban para la guerra?
¿Conjuraban maleficios?
¿Iniciaban a los adolescentes?
¿Propiciaban la fertilidad?
Estos y muchos otros propósitos han impulsado a los hombrees a bailar a lo largo de los siglos; pero también los han movido las danzas carentes completamente de una finalidad. Si decidiéramos iniciar un recorrido por la historia social de Occidente –comenzándolo hacia fines de la Edad Media- podríamos apreciar las muchas y muy variadas maneras en las que la gente estableció un lugar y un tiempo para moverse conjuntamente al compás de una determinada música. La intención básica de estas acciones era, y es, el mero placer y podemos llamarlas –al menos hasta que aparezca un término mejor- “danzas sociales”, diferenciándolas de los bailes folclóricos que merecen otro tipo de análisis. Desde que la iglesia católica aceptó que hombres y mujeres bailaran juntos en terrenos no consagrados, la cultura occidental ha generado y descartado alternativamente innumerables formas, desde la elegante pavana del Alto Renacimiento hasta el amorfo dance de nuestros días, pasando por la Contradanza, el Minué, el Sempiterno Vals, la Mazurka, el Rock and Roll, el Twist, el Tango.
La lista es muy extensa y la propagación de estas formas no ha reconocido fronteras entre países y, sólo en ciertos casos, divisiones de clases y preferencias generacionales.
Algunos maliciosos afirman que en el baile social hay siempre una intención de conquista amorosa. Digamos que se trata de gente que no ha experimentado el simple y puro placer de bailar.

Fuente: revista ´Ñ´
por Laura Falcoff. Crítica de Danza y coreógrafa.
en la columna Me Parece, de Ñ. 26/05/07, pg 11
Más información: www.clarin.com




Horacio Fehling


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jueves, 13 de octubre de 2011

Bailamos?




Según la antropóloga Ángeles Arrien, si una persona consultara a un chamán quejándose de sentirse desalentada, desanimada o deprimida, el chamán le haría las siguientes preguntas:

"¿Cuándo ha dejado usted de bailar?
¿Cuándo ha dejado usted de cantar?
¿Cuándo ha dejado usted de sentirse fascinado por un cuento?
¿Cuándo ha dejado usted de encontrar consuelo en el dulce territorio del silencio?"

La civilización nos ha traído muchos beneficios y comodidades, pero también nos ha alejado del contacto con lo más profundo de nuestra propia alma, nos ha separado de ese ser primitivo y salvaje que todos llevamos dentro. Esa parte nuestra capaz de vivir en el absoluto presente, capaz de conectarse con la naturaleza de las cosas, capaz de dejarse llevar por la corriente de la vida sin demasiadas explicaciones ni interpretaciones mentales. Cuando hablo de lo "primitivo y lo salvaje", no me estoy refiriendo al caos ni al descontrol, sino todo lo contrario, a lo más puro de nuestra esencia como seres humanos, a lo no contaminado por los juicios y temores de nuestra mente: a ese centro desde el cual podemos danzar confiados sin caer.
A veces vamos por la calle absortos en pensamientos y preocupaciones y de repente escuchamos el canto de un pájaro, la risa de un niño, una música que alguien está tocando, y entonces algo se nos mueve adentro, un impulso dormido de conectarnos con ese "algo más" que nos ofrece la vida, y surge el deseo de dejar atrás la mente, entregándonos al momento como si este fuera lo más importante para nosotros (y tal vez lo sea...).
En la consulta homeopática observo tantas veces niños aburridos, que solo desean comer golosinas y ver televisión, padres ocupados las 24 horas del día, madres tristes, familias sin alegría. Y más allá del remedio homeopático que pueda ayudar a equilibrar la energía de cada paciente, siento enorme necesidad de "abrir una ventana" con otra perspectiva. Bailar, cantar, jugar, contar historias; son actividades capaces de recuperar la alegría y crear armonía en cualquier grupo humano. También es hermoso recuperar los espacios de silencio, apagar la televisión y la radio, dejar de llenar el vacío con el ruido exterior para poder escucharnos y escuchar a los otros.
Hoy quiero darle un lugar especial a la danza. En homeopatía existe un síntoma en nuestros Repertorios que se llama "Bailar". Siempre me pregunté porqué bailar tendría que ser un síntoma patológico en ningún caso, salvo que sea compulsivo y que le haga daño al que lo padece. Por el contrario, la danza es uno de los muchos recursos terapéuticos fácilmente accesibles que tenemos a nuestra disposición en forma totalmente gratuita. Y los niños criados en un ambiente de libertad y respeto, bailan espontáneamente en la gran mayoría de los casos, expresando así su alegría de estar vivos. De manera que el síntoma "Bailar" pocas veces lo tengo en cuenta.
Podemos bailar con cualquier música que nos agrade, no hace falta conocer ninguna técnica. Podemos bailar solos o en compañía, en nuestra casa, en medio del campo o en un salón de baile. Hasta podemos seguir el ritmo de la música sentados o en un auto, ya que no es imprescindible mover todo el cuerpo para sentir el efecto de la danza.
No importa dónde ni cómo ni cuándo, el hecho de permitir que la música inunde cada una de nuestras células, que haga vibrar todas nuestras fibras, que nos lleve a movernos sin esfuerzo dentro de las posibilidades de cada uno, es suficiente para experimentar un bienestar instantáneo en todo nuestro Ser.
Cuando danzamos, la mente descansa, no hay lugar para el pensamiento cuando estamos sumergidos en el placer sensorial del movimiento. El corazón olvida sus penas, las tristezas se disuelven como por encanto. En la danza está presente el Cuerpo junto con el Alma y ambos se mueven al unísono en perfecta comunión.
Y los niños son los que mejor saben esto: no dudan en ponerse a bailar con cualquier estímulo, en cualquier lugar, es por eso que es tan importante tratar de no cercenar este impulso tan vital de expresarse. El rostro de una persona completamente entregada al ritmo de una música nos habla de una alegría profunda, de una experiencia absolutamente vital. Muchos padres de adolescentes sufren cuando los hijos empiezan a salir de noche para ir a bailar. Más allá de que los lugares disponibles tal vez no sean ideales (cerrados, con humo de cigarrillo, consumo de bebidas alcohólicas, etcétera), en realidad es una actividad muy saludable y la mayoría de los chicos la disfruta y encuentra un equilibrio en esta especie de ritual de seguir el ritmo junto con sus pares.
En estos tiempos difíciles que estamos viviendo, también podemos aprender a danzar con la vida, a dejarnos llevar por la música de los acontecimientos sin oponer resistencia, aunque participando en forma conciente de su dirección y sentido, tratando de interpretar y comprender el significado de lo que nos está ocurriendo, aprovechando cada giro, cada cambio de compás, cada modificación del ritmo de cada día, para poder bailar nuestras experiencias amorosa y armoniosamente. De esta manera podemos transformarnos en mejores seres humanos y tener mas chances de disfrutar de nuestra vida.

Fuente:
Dra. Liliana Szabó




Horacio Fehling


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