martes, 2 de agosto de 2011

El placer de Bailar – 1era parte


No hay fiesta en el mundo, donde no haya quienes sepan bailar muy bien, los que saben algo de baile y quieren saber mas y los que se quedan toda la noche sentados criticando. Empecemos por los últimos. Estos se juntan en grupitos para criticar y han desarrollado sus músculos oculares a tal punto, que ven a todas las parejas de la pista de baile moverse de un lado a otro desde su lugar estratégico de ubicación. Son expertos en el baile aunque no hay poder humano que los arranque de su silla. Sus conversaciones suelen tener frases como: “Mirá el morocho, baila fuera de ritmo”; “El de camisa azul hace pasos muy grandes y siempre pisa a la pareja”; “El de corbata solo sabe tres vueltas”; “A la rubia le sobra en el largo de brazos y piernas”; “La de trenzas baila a los saltitos”; etc. etc. La crítica es su modo de vida y es así como se divierten en las fiestas.
El segundo grupo es aquel que tiene un conocimiento básico o está aprendiendo. Salen a bailar ni bien escuchan la música y cuando se cansan de hacer siempre las mismas vueltas conocidas se sientan y observan a las otras parejas una y otra vez hasta lograr copiar algún nuevo paso ó giro.
Este grupo por lo general es el mas criticado por el primero.
Finalmente el tercer grupo de los que saben bailar, hacen giros, dan brincos, caminan, se detienen, dan vueltas. Están como en una burbuja, en su mundo, dibujando coreografías con los pies, vuelan por el espacio, hablan con sus cuerpos, disfrutan de la música, se dejan llevar por sus acordes y sus cambios de ritmo e ignoran totalmente a los otros dos grupos mencionados.
Lo curioso es que cada uno de estos grupos no alcanza a comprender la actitud de los otros.
El primer grupo mencionado, (los que no bailan y solo critican) está compuesto generalmente por hombres, porque a la gran mayoría de los hombres no les gusta bailar, y cuando lo hacen es solo cuando conocen, ó quieren conocer, una dama y desean conquistarla. Pero una vez efectuada la conquista hay que pedirles por favor y hasta rogarles que las lleven a bailar. Es entonces cuando surgen las mas variadas y diferentes tipos de excusas o argumentos para justificar el hecho de no querer salir a bailar a hacer papelones. Ardides como un supuesto esguince, esta música no me gusta, un medicamento que estamos tomando nos cayó mal, estoy muy cansado, comí y tomé demasiado, etc. etc. La realidad es que tienen vergüenza de mover las caderas para no parecer afeminados.

Horacio Fehling


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Notas relacionadas:

Desde cuando Bailamos – 1era parte
Desde cuando Bailamos – 2da parte
Desde cuando Bailamos – última parte


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